El comercio informal es, sin duda, parte de la cultura urbana de muchas ciudades en Chile. Sin embargo, cuando este desborda los límites de lo tolerable, se convierte en un problema de orden público, salubridad y equidad comercial. Eso es exactamente lo que sucede hoy con la cocinería irregular instalada en la Feria de Diego de Almagro, un tema que ha venido arrastrándosesin que hayan sido capaz de darle una solución efectiva.
Lo que comenzó como un par de puestos informales, hoy se ha convertido en un sector completo de venta de alimentos sin permisos sanitarios, sin control alguno sobre la procedencia de los productos, las condiciones higiénicas de manipulación, ni menos sobre el impacto que esto genera en el entorno. Los vecinos y comerciantes establecidos reclaman, pero la feria sigue igual, semana tras semana, con cocinerías que ocupan espacios públicos, generan basura y malos olores.
El municipio ha ensayado todas las fórmulas conocidas: multas, desalojos, notificaciones, mesas de trabajo, amenazas legales e incluso carabineros. Pero nada ha dado resultado. Los vendedores simplemente regresan, porque saben que no hay autoridad real capaz de sostener una decisión firme. Este no es un tema solo de fiscalización, sino de voluntad política, de entender que lo que está en juego no es solo una calle ocupada, sino el respeto al Estado de Derecho.
El problema es aún más grave si se considera que estas cocinerías irregulares atentan directamente contra quienes sí cumplen con la normativa. Restaurantes y locales establecidos deben pagar patentes, cumplir con la Seremi de Salud, realizar inversiones importantes en infraestructura e higiene, mientras a pocos metros otros venden sin ninguna restricción ni competencia justa. Esto genera desincentivos, informaliza la economía y daña la imagen de la feria como espacio comunitario.
Lamentablemente, la incapacidad del municipio para resolver este tema envía una señal peligrosa: la autoridad ha perdido el control del espacio público. Y mientras no exista una decisión seria, sostenida en el tiempo, respaldada por ordenanzas claras, apoyo policial y judicial, este problema no solo no desaparecerá, sino que se agravará.
La comunidad de Diego de Almagro merece un espacio ordenado, justo y seguro. Seguir mirando hacia el lado no es una opción.